Estimados
lectores, les deseo un año nuevo lleno de bendiciones y que se materialicen
todos sueños. Hoy voy a terminar con la serie del maravilloso libro del Dr.
David R. Hawkins, “Dejar ir”, donde hablaremos de los principios básicos
para lograrlo:
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Un pensamiento es una “cosa”. Tiene forma y energía.
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La mente controla el cuerpo con sus pensamientos y sentimientos. Por lo tanto,
para sanar el cuerpo, hay que cambiar los pensamientos y los sentimientos.
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Aquello que mantenemos en la mente tiende a expresarse a través del cuerpo.
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El cuerpo no es el yo real, es como una marioneta controlada por la mente.
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Las creencias inconscientes pueden manifestarse como enfermedades, a pesar de
que no las recordemos.
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Una enfermedad tiende a ser el resultado de la supresión y la represión de
emociones negativas, además de un pensamiento que le da una forma específica
(consciente o inconscientemente elegimos una enfermedad en particular y no
otra).
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La causa de los pensamientos son los sentimientos suprimidos y reprimidos.
Cuando dejamos ir un sentimiento, desaparecen miles o incluso millones de
pensamientos activados por este.
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A pesar de que es posible cancelar una creencia específica y rechazar su
energía, generalmente, es una pérdida de tiempo tratar de cambiar el
pensamiento mismo.
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Entregamos un sentimiento al permitir que esté presente sin condenarlo,
juzgarlo ni resistirnos a él. Simplemente, lo observamos y nos permitimos
sentirlo sin tratar de modificarlo. Si tenemos la predisposición a entregar un
sentimiento, este se agota a su debido tiempo.
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Un sentimiento intenso puede ser recurrente, lo que significa que no hay más de
él que debe ser reconocido y entregado.
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Para entregar un sentimiento, a veces es necesario empezar por renunciar a lo
que sentimos con respecto a esa emoción particular (por ejemplo la culpa
asociada a “yo no debería sentir esto”).
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Para soltar un sentimiento a veces es necesario reconocer y soltar la
recompensa subyacente (por ejemplo, la excitación de la ira y la simpatía que
provoca la condición de víctima desamparada).
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Los sentimiento no son el verdadero yo, sino programas que vienen y van. El
verdadero Ser interno siempre permanece igual. Por eso es necesario dejar de
identificarse con los sentimientos transitorios.
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Ignoremos los pensamientos. No son más que interminables racionalizaciones de
sentimientos internos.
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Pase lo que pase en la vida, mantengamos la firme intención de entregar los
sentimientos negativos conforme surjan.
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Tomemos la decisión de que la libertad es más deseable que tener sentimientos
negativos.
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Elijamos entregar (a un Poder Superior) los sentimientos negativos en lugar de
expresarlos.
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Entreguemos la resistencia y el escepticismo con relación a los sentimientos
positivos.
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Soltemos los sentimientos negativos, pero compartamos los positivos.
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Reconozcamos que dejar ir va acompañado de una sensación general de sutileza y
liviandad.
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Renunciar a un deseo no significa que no se vaya a conseguir lo que se quiere.
Solo despeja el camino para que eso suceda.
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Consigámoslo por “ósmosis”. Pongámonos en el aura de los que tienen lo que
queremos.
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Lo semejante atrae a lo semejante. Asociémonos con personas que empleen la
misma o similar motivación y que tengan la intención de expandir su conciencia
y sanar.
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Seamos conscientes de que nuestro estado interior es conocido y se transmite.
La gente a nuestro alrededor intuye lo que pensamos y sentimos, aunque no lo
verbalicemos.
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La persistencia da sus frutos. Algunos de los síntomas o enfermedades pueden
desaparecer rápidamente, mientras que otros pueden tardar meses o años, si la
dolencia es crónica.
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Dejemos de resistirnos a la técnica. Comencemos el día con ella. Al final del
día, tomémonos tiempo para renunciar a cualquier sentimiento negativo que quede
en las actividades del día.
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Solo estamos sujetos a los que tenemos en mente. Solo somos esclavos de una
creencia o pensamiento negativo si consciente o inconscientemente sentimos que
nos es aplicable.
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Dejemos de dar nombre a nuestro trastorno físico, no lo etiquetemos. Una
etiqueta es todo un programa. Entreguemos lo que sintamos, las sensaciones. No
podemos sentir una enfermedad. Una enfermedad es un concepto abstracto que
mantenemos en la mente. Por ejemplo, no podemos sentir asma, sentimos opresión
en el pecho, silbidos, tos. No es posible experimentar el pensamiento: “no
estoy recibiendo suficiente aire”.
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Lo mismo es aplicable a nuestros sentimientos. En lugar de ponerles etiquetas y
nombres, podemos, simplemente, sentir las sensaciones y soltar la energía que
está tras ellas. No es necesario etiquetar una sensación como “temor” para ser
consciente de su energía y renunciar a ella.
Practicar
estos principios, requiere disciplina y constancia, pero créeme que tendrán
resultados sorprendentes en tu vida…