Las heridas de la
infancia o heridas primarias, son en
definitiva, las heridas más dolorosas del ser humano que se gestan los primeros
años de vida principalmente o hasta la adolescencia. Son esas huellas que nos
dejan marcados a lo largo de la vida porque conllevan mucha vergüenza, culpa,
miedo y tristeza. Pero, ¿qué son?
Cuando somos pequeños,
todos tenemos necesidades vitales para forjar una autoestima saludable, tales
como: protección, seguridad, afecto, contacto físico positivo, cuidado, cariño,
ternura, compañía y amor. Sin embargo sucede que, muchas veces, los propios
padres nunca lo recibieron, razón por la cual, no pueden dárselo a sus hijos
tampoco. Así mismo, en muchas ocasiones, son patrones de dolor que se van
repitiendo de generación en generación. De tal manera, que el niño crece lleno
de huecos emocionales y afectivos, así como, una sensación de indignidad por no
haber sido cuidado adecuadamente por los padres. Estos patrones adquiridos en
la infancia, los llevará en la etapa adulta a sus relaciones, creando sin darse
cuenta, las mismas historias de dolor de la infancia una y otra vez.
Veamos ahora cuáles son
estas heridas primarias:
1.
Herida de abandono:
Esta es compartida por todos los seres humanos, ya que es una huella muy
arcáica que proviene en primera instancia de las primeras comunidades tribales,
donde ser abandonado por la tribu, significaba muerte segura. Es decir, la
traemos en el ADN. Por otro lado, también la generamos en el parto, ya que, de
pasar de una medio cómodo dentro del vientre materno, somos separados
abruptamente de estas condiciones para salir a un medio mucho más hostil. Hasta
este punto no son huellas muy graves; sin embargo, el problema comienza cuando
el niño es abandonado física y/o emocionalmente por diversas circunstancias:
muerte, separación, divorcio, periodos largos de hospitalización, trabajo, o
simplemente porque emocionalmente no estaban disponibles los padres para los
hijos, generando una huella muy profunda de dolor que, cuando crezca el niño,
tenderá a relacionarse con personas que lo abandonen físico y/o emocionalmente
de nuevo (parejas, amistades, hijos, etc.), reviviendo y perpetuando las
historias de dolor. La creencia que podría generar a nivel inconsciente, por
ejemplo, es: “soy tan poca cosa, que por
eso me abandonan”. También puede provocar la respuesta contraria donde yo
abandono antes de ser abandonado (novio
fugitivo).
2.
Herida de rechazo o exclusión: Al igual que la anterior, la tenemos en el ADN desde
tiempos remotos, por las mismas razones que la huella de abandono. Sucede
cuando, por ejemplo, no fuiste un bebé deseado, cuando no eres del sexo esperado,
cuando no eres visto por alguno de los
padres, cuando hay preferencia por otro(s) hermano(s), quedando una sensación
de ser poco querido en relación a los demás,
pero, sobre todo, no proporcionando un sentido de pertenencia e importancia personal
que es tan necesario los primeros años de vida. Otro ejemplo de ello es, “el
bullyng” que genera una devaluación tan fuerte en el menor y mucha vergüenza.
De tal forma que, cuando este niño crezca, se relacionará con parejas que lo
vuelvan a rechazar.
3. Herida de Traición: Imagínate cómo te sentirías si tus propios
padres contaran tus secretos e intimidades tuyas sin tu autorización. Imagina
que te das cuenta que tu padre, por ejemplo, tiene otra familia y decide irse a
vivir con ella, dejándolos a ustedes. Imagina que tu mejor amigo de la escuela,
traiciona tu confianza, hablando mal de ti a tus espaldas. Si te fijas, son
situaciones muy dolorosas que alguna vez habremos vivido todos. Sin embargo,
cuando son historias demasiado fuertes, donde, como niño, no puedes procesar lo
que está pasando, simplemente muchas veces te sientes culpable de lo que está
pasando o con vergüenza y miedo. Cuando esto
sucede, la persona se relacionará con gente que lo traicionen de nuevo,
a través de infidelidades, estafas, abusos, etc.
Como es importante hablar
de este tema a profundidad, continuaremos la próxima semana.
¡Feliz semana!