Una crisis, es un momento
de la vida, donde sientes que no puedes con lo que ella te demanda. Es un “ya
me fregué”, no puedo con esto. Siento que me faltan herramientas para
afrontarla. Lo cual genera mucha incertidumbre, miedo, frustración, así como,
en ocasiones, culpa y vergüenza. Se presenta una sensación de vulnerabilidad.
Cuando la vida no es lo que uno espera y cuando no tenemos las
herramientas para salir adelante, a través del miedo, tratamos de minimizar el
dolor y entramos en situaciones de riesgo: compulsiones, adicciones,
enfermedades o conductas autodestructivas.
En una crisis lo más importante es el discurso interno, la
narrativa, lo cual te lleva a buscar recursos o a paralizarte. Es decir, la
capacidad de afrontamiento que presentes ante ella.
Una de las características de la crisis, es sentir que estoy
solo.
Se define como un estado de desorientación e inestabilidad
emocional, en el que la mayoría de las dimensiones de la vida de un individuo
se ven afectadas y que se relaciona consistentemente con cambios para los que
el individuo no tiene recursos con qué afrontarlos. "Una novedad con la cual no sabemos qué
hacer".
Generalmente, vemos a las
crisis como “la peste”; sin embargo, son las grandes oportunidades para que nos
movamos de algo que evidentemente ya no funciona. Pero, ¿por qué nos cuesta
tanto trabajo afrontarlas?
Muchas veces se debe por
temor al cambio, a tener que desarrollar nuevos recursos en la vida que no
tengo, a buscar apoyos cuando no estoy acostumbrado y sobretodo, por “la
incertidumbre”. Es decir, nos encanta tener “certezas”, las cuales son utópicas
e irreales, ya que no tenemos la certeza de absolutamente nada.
Hay diferentes tipos de
crisis:
1.
Circunstanciales: Son aquellas que no
dependen de mí. Por ejemplo, un desastre natural, una enfermedad, la muerte de
un ser querido, que te pidan el divorcio o te engañen, etc.
2.
Del Desarrollo: Son internas al ser
humano y se deben a los cambios en las etapas de la vida (niñez – adolescencia,
adolescencia – juventud, juventud – adultez, adultez – vejez) o por crisis de
sentido, es decir, cuando no sé para qué estoy aquí. No encuentro mi propósito de
vida.
Ahora bien, es importante
comprender que, cuando estoy en pleno ojo del huracán, no es el momento
adecuado para tomar decisiones, ya que normalmente estarán basadas en nuestros
miedos. ¿Qué es importante entonces? Trabajar en el sentido de vida. Es decir
en nuestras motivaciones y pasiones. Te recomiendo que escribas tus 5
principales sentidos de vida en orden de importancia. Para qué vale la pena
vivir, para qué vale incluso apostar la vida. Y no vayas a escribir como muchos
años “ser feliz…”, esas respuestas poco pensadas y amplias, no te llevan a
encontrar tu propósito. Habría que definir primero, ¿qué es ser feliz para ti?
Es una realidad, que la mayor parte de los seres humanos no tienen claro este
sentido de vida, siendo además, importante actualizarlo. Por ejemplo, si para
mí un sentido de vida es irme a estudiar al extranjero y ya me fui, necesito
actualizar mi lista y encontrar otro sentido. Hay algunos que son más
trascendentes que otros. Por ejemplo, irme de embajadora de la paz, salvar animales
o trabajar con las comunidades más pobres, entre muchos otros. Pero, sea el que
sea tu sentido: comprar un coche, encontrar una pareja, pagar la universidad de
tus hijos, viajar, o lo que tú quieras, será un motor que te impulsará a seguir
luchando en la vida.
También es importante
trabajar en la resiliencia, es decir, en la capacidad de resistir y rehacerte
con más fuerza ante los embates de la vida, en vez de estar en la resistencia,
peléandome con lo que la vida me demanda y llenándome de frustración. Cambiar el punto de vista del observador, es
decir, en vez de decirme, “no puedo con esto”, preguntarme, “¿cómo puedo con
esto?”.
Por último, existen
crisis muy fuertes que requieren apoyo terapeútico especializado. Yo te invito
que busques ayuda si te das cuenta que ya no puedes con esto.
¡Feliz semana!