Decir adiós…



Quiero poder abrir la mano y soltar lo que hoy ya no está, lo que hoy ya no sirve, lo que hoy no es para mí, lo que hoy no me pertenece. No quiero retenerte, no quiero que te quedes conmigo porque yo no te dejo ir.
”No quiero que hagas nada para quedarte más allá de lo que quieras. Mientras yo deje la puerta abierta voy a saber que estás acá porque te quieres quedar, porque si te quisieras ir ya te habrías ido…” Jorge Bucay


Qué difícil es soltar, ¿verdad? Ojalá fuera materia obligada desde la infancia el aprender a hacerlo…, el comprender que el dolor, las pérdidas, los finales, son parte de la vida. Nos aferramos a personas, situaciones, emociones, objetos, expectativas, fantasías, en fin…,  ¡a lo que se pueda!…, como si con ello, pudiéramos amortiguar el dolor de la pérdida. No nos damos cuenta, que mientras no soltemos, no podemos darle la bienvenida a lo nuevo. Es importante comprender que en la vida siempre va a haber tres constantes: cambio, incertidumbre y crisis.En este sentido, estos tres elementos, son los que necesitamos aceptar para poder evolucionar como seres humanos y orientarnos hacia el aprendizaje, en vez del aferramiento. Como la oruga, que cuando se convierte en capullo, entra a un proceso de desestructuración total para convertirse en algo totalmente diferente, en mariposa.

Pero, ¿qué nos impide soltar? Tres emociones muy poderosas:
1.    El miedo: A no volver a sentir las mismas emociones positivas, a darme cuenta que si suelto eso a lo que me aferro, lo más seguro, es que toque algo mayor; ya sea, la soledad o el vacío, hacerme cargo de mi vida, correr riesgos, entre otras.
“No hay que llenar los vacíos, hay que habitar los espacios”
2.    El dolor: Todos le huimos al dolor, sin embargo, hasta que no lo toques de frente, te será muy difícil soltar, ya que te impide liberar la carga energética de la emoción, la cual se queda contenida en tu cuerpo, que a su vez, te pueden llevar a enfermarte, además de que lo conviertes en sufrimiento, es decir, en una construcción mental, donde te cuentas tu historia de dolor una y otra vez.
3.    La culpa: La cual te mantiene atascado en el pasado, pensando todo lo que “debiste” hacer y no hiciste, o culpando a otro de tu dolor.

¿Qué hacemos entonces?
La palabra mágica: “ACEPTACIÓN”. De lo que es, de lo que está o ya no está… Cuando acepto, es cuando puedo comenzar a fluir con la vida, con lo que sí está en mis manos resolver. Posteriormente, “PERDONARTE” y “PERDONAR”. Esto quiere decir, comprender que hice lo que pude con las herramientas que contaba en ese momento, y que la persona que yo creo que me dañó, es un maestro de vida que me viene a mostrar todo lo que yo necesito trabajar en mi. Comprender que muchas veces el otro, no me daña intencionalemente, sólo hace lo que también cree que es mejor en ese momento… y aún cuando fuera el daño intencional, comprender que el otro, es un espejo de la manera como yo me trato a mi mismo. Es decir, la chamba siempre es interna, no es externa. Te invito a que te permitas el regalo de aprender a fluir con la vida. Si no puedes hacerlo solo, busca ayuda terapeútica.

Suelta, y abre las puertas a lo que está por venir…


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